AMAR LA IGLESIA


«AMAR ES MÁS PODEROSO QUE JUZGAR CUANDO QUIERO TRANSFORMAR».
Mariano Sennewald


«MIENTRAS QUE EL CONOCIMIENTO NOS HACE SENTIR IMPORTANTES, ES EL AMOR LO QUE FORTALECE A LA IGLESIA».
La Biblia. (1 Corintios 8:1)


Estoy segura de que, en esos días de cuarentena, todos tuvimos algún minuto para reflexionar sobre nuestras prácticas de fe. Algunos desde una perspectiva individual, otros colectiva, otros vertical y otros horizontal.

Muchos tuvimos tiempo de nutrirnos de diferentes fuentes, autores, oradores y escritores que probablemente dejaron su huella en nuestra mente y espíritu. Temáticas como fe, iglesia, congregación, templo, reuniones y vínculos nos rodearon en estos días. Quizás surgieron muchas preguntas, críticas y reflexiones sobre nuestras formas, envases, prácticas, contenido, esencia, enfoque y maneras.

¿Estaremos haciendo las cosas bien? ¿Estaremos perdiendo el enfoque? ¿Será esta forma la que Dios nos pide en este momento a nosotros en particular? ¿Estaremos haciendo llegar el mensaje? ¿Estaremos ayudando como debiéramos? ¿Estaremos cooperando AL cuerpo en vez de al templo local? ¿Se sumarán nuevas personas a nuestros encuentros virtuales? ¿Necesitaremos potenciar más las redes y nuestra visibilidad? ¿Cómo afectará esto a nuestra economía? ¿Y nuestros vínculos? ¿Y la asistencia? ¿Y la intimidad? ¿Seremos vistos? ¿Es importante “ser vistos”? ¿Cuánta audiencia estamos teniendo? O mejor, ¿cuánta audiencia secular estaremos alcanzando?

Y a veces, sin quererlo, tendemos a escuchar a personas que de alguna manera afirman lo que nosotros pensamos. Leemos y vemos cosas que fortalecen nuestras ideas, lo cual es válido. Pero también, escuchar a gente que piensa distinto y que contradice nuestra línea de pensamiento hace que nos enriquezcamos, que sacudamos el polvo que se nos fue pegando y vayamos a las verdaderas raíces de lo que estamos meditando en la intimidad. Escuchar a personas que no piensan igual a nosotros hace que vayamos a los pies de Jesús y escuchemos de cerca su corazón: qué quiere Él para este tiempo y cómo podemos cooperar nosotros en el crecimiento de su amada novia.

Personalmente, estos días escuché, leí y vi distintas opiniones sobre la realidad de la iglesia. Algunas muy alineadas a lo que mi espíritu venía meditando, otras que me confrontaban a tomar una postura un poco más rígida y dura, y otras que equilibraban a las anteriores hablando de una pasión incontenible por la novia del Cordero.

Llenarme de todas estas voces en paralelo con la búsqueda de Dios en todas sus formas hizo que mis primeras reflexiones flaqueen. Si bien humanamente tengo muchas opiniones, justificaciones y razones para mantener una postura un tanto inflexible con la iglesia (institución y personas que la construimos), una y otra vez el Espíritu me guiaba por el camino del amor. Como dice el pasaje escrito por Pablo, el conocimiento estimulante hacia las falencias de la iglesia me enorgullecía, me llenaba de argumentos bien fundados y de pensamientos con críticas sólidas. Sin embargo, si quiero realmente transformar a la novia de Cristo, tengo que sumergirme y practicar la fuerza sobrenatural que logra un cambio real: el amor.

Es un tiempo que me confronta y desafía a no solamente amar a Jesús en primer lugar, sino a amar todas las cosas que él ama. Y la iglesia es una de las cosas que él ama incondicionalmente. Las personas que formamos su cuerpo son el deleite de su corazón. La novia que se está preparando para la segunda venida de Jesús es su anhelo. ¿De qué sirven mis críticas a su novia si no la estoy amando lo suficiente como para embellecerla para él?

Y por embellecerla no me refiero a servir dentro de un edificio las 5000 horas que a veces pensamos que Dios espera de nosotros. Tampoco me refiero a ser activista de los eventos para entretener (o retener) a los consumidores de la fe. Tampoco a angustiarme y enojarme por las cosas que parecen no funcionar. Por embellecer me refiero a entender plenamente cuál es mi asignación en esta divina misión que me trasciende. Comprender espiritualmente la pista exacta que Dios me llama a bailar en esta hermosa fiesta de amor por su novia.

Cada vez estoy más convencida de que el amor es la respuesta que muchos cristianos estamos buscando en estos tiempos. Pero, más que nada, es la exteriorización más pura del ser de Jesús que la sociedad necesita ver para dejarse rodear por el amor del Padre.

Si de verdad querés transformar la realidad de la iglesia y de la sociedad en este tiempo, pedile a Dios que te colme de manera sobrenatural de amor por Él, por las personas y por su iglesia. Esto te va a llevar a querer embellecerla para cuando Él venga. Y esto, a su vez, te va a llevar a buscarlo íntimamente y reflejar la verdadera esencia del cristianismo: hacer discípulos (hijos e hijas que amen, conozcan y sigan a Jesús).

Esta es mi reflexión poco convencional de honra al cordero en tiempos de pascua. Mi manera de recordar y agradecer lo que Jesús hizo por mi es decidir amar lo que él ama.

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