Si no vivimos para servir, ¿no servimos para vivir?

¿Cuántas veces escuchamos la frase tan popular "el que no vive para servir, no sirve para vivir"?

¿Alguna vez nos paramos a pensar en el contenido profundo de esta afirmación? ¿Analizamos todo el significado que connota?

Basicamente, esta frase le da valor al ser humano por su funcionalidad; por lo que hace; por lo que desempeña; por sus obras. 

De acuerdo con esta frase, la persona que hace mucho (tecnicamente el que le hace "bien" al otro), aquel que acumula obras y actividades en esta tierra, entonces esa persona merece vivir.

A su vez, esta frase también expresa lo opuesto: aquella persona que no acumula obras aquí en la tierra, entonces no merece estar y disfrutar de esta vida.

¿Acaso nosotros, los humanos, valemos por lo que hacemos solamente? ¿Si cumplimos un rol y lo desempeñamos con excelencia, entonces nos "ganamos" el estar vivos?

Esta frase tan torcida y confusa produce rasgos muy negativos en la concepción del ser humano en la tierra y, lamentablemente, en la iglesia muchas veces. 
Al darle valor a la persona por su funcionalidad, aquellas personas que van a la iglesia para encontrar un lugar de refugio, de paz, de esperanza o que simplemente van para encontrarle algo de divinidad a esta realidad tan dolorosa, no nos sirven porque no colaboran ni suman a nuestra microestructura. Cuando esa persona comience a "hacer cosas", entonces será un miembro muy bien recibido en nuestra comunidad "cristiana". Por consiguiente, la persona que más hace, que más aporta, que más colabora, es la persona que tiene un rango de importancia y que es considerada "miembro de honor" en nuestras comunidades porque nos es útil a nuestros fines internos. 

El problema, además, está cuando esa persona "útil" un dia se cansa, se enferma o se ve impedida de seguir el desarrollo "normal" de actividades que desempeñaba. Entonces, ¿ya no tiene valor? Esa persona, ¿se seguirá sintiendo amada aun cuando no llega a los estándares de funcionalidad que cumplía antes? ¿Cómo verá (juzgará) el resto de la comunidad a esa persona que por el momento pasa por una transición en su vida tan activa? 

Pensemos en el sentido de esta frase. Pensemos en cómo estamos dandole valor a la persona por su funcionalidad y utilidad. Pensemos en todos aquellos que quedan marginados cuando "dejan de hacer". Pensemos en cuál es el verdadero depósito de valor de cada humano: el ser. 

Según la Biblia, "somos hijos", "somos salvos", "somos perdonados" y "valemos" gracias a la única obra redentora de Jesús en esa cruz. Nada de lo que hagamos le suma o le quita el valor identitario y vivificante que nos da esa cruz.

"Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo". Efesios 2:8-9

Quitemos las etiquetas. Dejemos de pedirle a las personas que "hagan" para "ser", para "pertenecer". Amemoslas por existir y no por lo que "pueden llegar a darnos" o con lo que "nos podríamos llegar a beneficiar de ellos".

Es fuerte lo que leés, lo se. Pero más fuertes son los sentimientos de todas aquellas personas que creen que valen porque hacen. Porque el día que dejen de hacer, no van a saber quiénes son y, pero aún, no van a saberse amadas. 





*Inspirada por reflexiones de Gabriel Salcedo. Gracias.

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