(Trans)forma

Hace un tiempo sucede que me topo con reacciones que me hacen repreguntarme quién soy. Muchas veces, me descubro sumergida en una línea de pensamientos que hacen que me pregunte cuál fue el disparador de semejante rollo mental. Otras veces, llego demasiado tarde y me encuentro con contestaciones que no deberían estar saliendo de mi. Ultimamente. mis meses y semanas son tranquilas mientras estoy sola, pero cuando comparto con otros surgen mil cuestionamientos, dudas, críticas, indecisiones, frustraciones, comparaciones e incomodidades que hacen que mi mente (y, a veces, mi lengua) se mantenga ocupada.

Comencé a preocuparme porque muy dentro mío pensé que esa etapa de mi vida "ya estaba superada". Pensaba que ese aspecto de mi carácter "ya había sido moldeado". Y me di cuenta de que la tendencia que tiene mi personalidad a los enojos exabruptos (generalmente disparados por tonteras que ni valen la pena mencionar) estaba ganando de nuevo más terreno y, en consecuencia, que yo se lo estaba permitiendo. 

Todos sabemos que fuimos diseñados con personalidades distintas. Y muchas veces nos sucede que pensamos que cuando Dios estaba creando esa faceta que tanto nos disgusta de nosotros mismos, justo estaba distraído y se le escapó un condimento de más. Dejame decirte algo que fue liberador para mi una vez que lo escuché y lo entendí: fuimos formados intencionalmente por Dios. En otras palabras, cada una de tus areas físicas e intelectuales fue diseñada por un Dios pensante y atento. ¿Por qué, entonces, muchas veces nos encontramos pidiendole a Dios que "quite" de nosotros todo aquello que no nos gusta? Sabés que a Dios sí le gustan esas cosas de tu vida con las que te cuesta tanto convivir... y eso es porque Él te creó, te pensó y te diseñó así. A Él no le interesa erradicar de tu vida ningún aspecto que Él haya puesto en tu ADN.

La oración que deberíamos estar elevando debería ser algo como: "Por favor, Dios, ayudame a pulir mi carácter a tu imágen". Es decir, mantenemos los patrones de carácter con los que Él nos crea, pero tomamos la decisión de amoldarlos al diseño para el cual Él los puso en nuestra vida. Dios tiene un propósito con tu vida y ese propósito incluye cada centímetro de tu cuerpo y cada milímetro de tu forma de ser. Lo único que debe inquietarnos es dejar que Él sea quién se resalte en aquellas cosas en las que nos sentimos débiles y que nos enseñe a moldear aquellas cosas que no nos gustan para que sean funcionales al plan divino que tiene para nosotros. 

Respecto al carácter, nada mejor que mirar el carácter de Jesús, quién fue manso y humilde. Aprender de ese carácter hace que indefectiblemente nuestros ojos miren a esa cruz de amor, de restauración y de poder. Porque al mirar esa cruz, finalmente comprenderemos que el Cordero que fue al matadero lo hizo sin mirar a los costados, sino con los ojos fijos en el propósito que el Padre tenía para Él. A Jesús no le afectaban los insultos y mentiras que la gente decía de Él porque Su mirada estaba puesta en serle fiel a su Papá y en cumplir el destino que Dios había pensado para Él.
Así debemos vivir nosotros: pasando por alto las ofensas y no tomandonoslas personales, sino mirando a esos ojos de amor que nos esperan dentrás de la meta. Jesús le pidió a Dios que perdonara a aquellos que lo ofendían porque "no sabían lo que hacían". Jesús no le pidió a Dios que lo ayudara a perdonarlos, sino que pasó por alto la ofensa, no se la tomó personal y simplemente intercedió por ellos ante el Padre. Eso mismo tiene que ser el corolario de nuestras vidas: correr la mirada de nosotros, no generar disputas innecesarias y clamar a Dios por la redención de aquellos que "no saben lo que hacen o dicen".

Leí una frase de Marcos Brunet que dice: "Dios forma, el diablo deforma, pero Jesús transforma". Dejemos que brille lo que Dios formó en nosotros. No dejemos que el diablo nos deforme en ninguna manera, pero si ya deformó nuestra percepción de nosotros mismos, dejemos que el poder de la cruz de Cristo nos transforme cada día más de acuerdo a Su imágen. 


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